Condenadas por Aborto: Visita a Mujeres en la Prisión de Ilopango, El Salvador

La criminalización del aborto supone que las mujeres se enfrenten hasta 30 años de prisión. La cuestión ya es parte del debate público aunque los cambios legislativos son aún una meta difícil de alcanzar.

Sorpresa. Respiración profunda. Alivio. La solicitud de cuatro miembros del Parlamento de Europa fue aprobada de un día para otro "para informar al público internacional", según la carta de permiso del Ministerio de Justicia. Las dos eurodiputadas verdes Bodil Valero, Suecia, y Molly Scott Cato, Reino Unido, junto con Gaby Küppers y Gert Eisenbürger de la revista Informationsstelle Lateinamerika e.V. tuvieron la oportunidad de visitar en prisión a mujeres salvadoreñas, condenadas a largas penas por aborta. Lo que allí escucharon, era difícil de creer. Sin embargo, la privación de libertad es la triste realidad de un país donde la Iglesia y los extremismos han impuesto una prohibición absoluta del aborto. 

La idea nació en la 9ª Conferencia sobre Feminicidio (asesinato de mujeres por el mero hecho de serlo) y violencia contra las mujeres en San Salvador. Desde hace casi diez años, estas conferencias son organizadas anualmente por la Fundación Heinrich Böll y el Grupo de los Verdes/ALE en el Parlamento Europeo con el fin de dar cuenta de la lucha contra el feminicidio. Esta vez la organización "Colectiva Feminista" llevo la preparación in situ en El Salvador, consiguiendo una sorprendente movilización de la ciudadanía. Fue tal la asistencia que se necesitaron sillas adicionales para que las más de 200 personas, de las cuales alrededor del 90 por ciento eran mujeres, tuvieran cabida en la sala de conferencias. Además del tema principal, Feminicidios -bajo declaraciones de una ponente, el país centroamericano es la región con mayor número de mujeres asesinadas por habitante del mundo-, lo que mas urgía a los\as participantes de El Salvador era la búsqueda del apoyo internacional en la lucha contra la prohibición total del aborto en el país.

El éxito ya era evidente desde la rueda de prensa anterior al evento. A las ocho de la mañana el salón estaba repleto de periodistas, cámaras y grabadoras. Desde el principio, las preguntas se referían principalmente a la penalización del aborto. Para nosotros estaba claro: el posicionamiento de Europa, principalmente eurodiputados, es de gran ayuda para las mujeres en la lucha por la despenalización. También comunicárselo a las mujeres condenadas por ello ¿Podríamos visitarlas? Sara, de Colectiva Feminista, reaccionó escéptica dada la brevedad del tiempo con que contábamos. Sin embargo, inmediatamente después escribió una solicitud para una visita a la cárcel de mujeres en Ilopango. El intento merecería la pena. Un día después, Sara anunció la respuesta con alegría: ¡Concedido!

Al día siguiente, Berta, abogada de Colectiva Feminista, esperaba en la "Casa de Todas" con el minibús que nos llevaría a Ilopango. Berta, que representa y se ocupa de algunas de las mujeres que están condenadas por aborto, nos acompañaría a la cárcel. En el viaje de casi tres horas al suburbio de San Salvador, ella nos explicó muchos aspectos sobre el pasado de las mujeres que íbamos a visitar, así como el marco jurídico sobre el aborto. Nos contó además que las mujeres acusadas y condenadas provienen principalmente de clases bajas, la mayoría de zonas rurales. La mayoría de ellas, además, cayeron en manos del poder judicial debido a complicaciones durante el embarazo y, por ello, tuvieron que acudir a un hospital público. Los hospitales estatales están obligados a denunciar a la policía todos los casos de sospecha de aborto. Por esta razón, también son detenidas mujeres que han sufrido abortos espontáneos. A ellas también se les acusa de haber promovido un aborto siendo conscientes de ello. Todo esto es diferente para las mujeres de clases media y alta. Las autoridades no prestan atención a abortos en el extranjero o en clínicas privadas. Son por tanto las mujeres pobres quienes sufren las consecuencias de las leyes salvadoreñas. 

En medio de la conversación, nuestro minibús se sacude a la derecha y se aprieta entre los coches. Ante nosotros una estrecha entrada, que conduce a una puerta amarilla bastante discreta. Detrás de ella un guardia con una pistola. Nada parece indicar que se trata de la mayor prisión de mujeres del país, destinada a albergar a 1.200 presas, hoy cuenta con varios miles de recluidas. Guardias armados y uniformados están de pie frente a casi todos los edificios o negocios importantes en El Salvador, por lo que la entrada también podría conducir a las instalaciones de cualquier empresa.  Esta impresión se confirma con los furgones que tienen permitida la entrada. De hecho, también hay una pequeña maquila dentro del complejo penitenciario, una fábrica textil donde trabajan las mujeres en prisión. Sin cobrar, como supimos más tarde.

Tras mostrar nuestro permiso de visita, pasamos la puerta de entrada y cruzamos a un pequeño estacionamiento que lleva a una pequeña caseta, donde nuestros pasaportes fueron controlados y retenidos. La brevedad de las formalidades de recepción se debe al hecho de que somos extranjeros, incluidas dos diputadas de Europa, con permiso especial, nos dice Berta. Si viene sola, tiene que completar una montaña de papeles y pasar un cacheo que toma como. dos horas cada vez que realiza una visita, por eso sólo viene cada 14 días. Pero el cacheo es aún más difícil y prolongado para los familiares de las mujeres encarceladas.

Entramos en un pequeño prado frente a la fábrica textil. En su extremo hay un edificio de hormigón, abierto a un lado, con unas cuantas sillas de plástico estropeadas. Este es el lugar para las visitas tranquilas de los prisioneros, como nos dice rótulo en la pared, donde se puede leer literalmente "visitas íntimas". De hecho, no aparece ningún guardia durante toda nuestra visita. Aun así, no se puede conversar con tranquilidad ya que un ensordecedor ensayo coral de la iglesia, en la habitación contigua, impide el normal intercambio de palabras. Es sintomático, dice Molly Scott Cato, que la institución responsable del encarcelamiento de mujeres ensordezca también la comunicación en la cárcel.

Poco a poco, seis jóvenes entran en el área de visita "íntima". A excepción de una, visten sus mejores ropas. Berta, que ha defendido a algunas de ellas ante los tribunales y es una persona de confianza para ellas, nos introduce con cautela: los eurodiputados y amigos de Europa, están aquí hoy para conocer su destino y apoyarlas. Incertidumbre en ambos lados. Nos presentamos brevemente y entonces las mujeres empiezan a contar. Lucia*, que fue la única que pudo estudiar hasta que tuvo un aborto involuntario, fue la primera en ser arrestada. A su primera hija no la ha visto desde su ingreso en prisión hace cuatro años. Los padres le dicen a la pequeña que la madre tiene un trabajo muy lejos y no puede venir a visitarla tan rápido.

Entonces aparecen más mujeres. Está un poco nerviosa, dice Silvia de 30 años, porque nunca ha hablado con personas de otros países. Pero pronto se rompe el hielo. Seis mujeres que pagan por un crimen que no existe. Escuchamos con creciente horror. Tiene 31 años y lleva diez años aquí, dice Ana, sentenciada a 30 años de cárcel. "¿30 años?" Le preguntamos. "Sí", dice, las mujeres que abortan son tratadas como asesinos en El Salvador, y la sentencias conllevan penas de entre 30 y 35 años.

Silvia también lleva ya casi una década en Ilopanga y permanecerá allí 30 años. Ana y Silvia también tienen hijos, Ana un hijo y una hija de once y trece años, Silvia un hijo de doce. Ambas no han visto a sus hijos durante años. Tal vez es lo mejor, no es bueno que su hija y su hijo la vean como una prisionera, dice Ana. "Pero usted no ha hecho nada de lo que debería estar avergonzada", dice la sueca Bodil Valero. "En los tres países de dónde venimos, una mujer puede decidir si quiere dar a luz a un niño". Es el derecho de toda mujer a determinar lo que hace con su cuerpo, no importa dónde. Las mujeres condenadas como asesinas no saben nada que decir al respecto.

En las prisiones salvadoreñas, las mujeres encarceladas pueden tener hijos menores de cinco años. Después de eso, los pequeños tienen que dejar la prisión y a sus madres. Obviamente, a las autoridades no les importa lo que les pase a esos niños. Tienen suerte, dicen Ana y Silvia, de que sus hijos estén con sus abuelos. Otros están peor, viviendo con parientes o vecinos, donde a menudo son maltratados. Sin embargo, Ana y Silvia están muy preocupadas por sus hijos. Tienen miedo de que estén en el camino equivocado y se unan a una de las Maras, grupos mafiosos juveniles que chantajean por cuotas de protección y controlan el tráfico de drogas en todo El Salvador. Son responsables de innumerables asesinatos y, al mismo tiempo, donde incluso sus miembros deben contar con ser asesinados por las bandas rivales.

Carmen, de 28 años, ha estado en Ilopango durante los últimos ocho años, es la última en nuestra conversación. No se ha arreglado, lleva botas de goma blanca y ropa de trabajo. Trabaja, dice, en la cocina de la cárcel y ha tenido que esperar la pausa para venir. Le preguntamos si le pagan por su trabajo. Nos cuenta que ni las mujeres de la cocina ni las mujeres de la maquila reciben dinero. Sin embargo, se alegra de tener trabajo. En primer lugar, tiene algo que hacer y, además, cada año de trabajo cuenta doble ya que se descuenta de su condena. Es por eso que los pocos puestos de trabajo que hay son muy demandados. Carmen es la única que ve a sus hijos regularmente, y "regular" significa que la madre de Carmen va a Ilopango dos veces al año, y pueden estar juntas durante varias horas en la "zona íntima".

Después de casi la mitad de su pena de 30 años en prisión, María también puede soñar con la libertad. De 32 años, y después de 13 en la cárcel, tiene la suerte de haber obtenido una amnistía y será liberada en poco más de un año. También ha podido conseguir un indulto nuestra primera interlocutora, Lucía de 26 años, tras un largo procedimiento de apelación. Gracias a que su pareja, el padre del hijo, no la denunciase tras el aborto espontáneo, su condena se ha visto reducida de 30 a 10 años. Una peculiar lógica patriarcal.

Mientras que las cinco mujeres mencionadas hasta ahora parecen enfrentarse al día a día de la cárcel, Sara, de casi 19 años de edad, parece completamente alterada. Ha llegado recientemente a Ilopango. Sara también fue arrestada después de un aborto. En el hospital dijo que no sabía que estaba embarazada. Pero no la creyeron. El hecho de no haber realizado un chequeo preventivo, fue considerado como un indicio de que quería ocultar su embarazo porque tenía la intención de provocar un aborto.

Un absurdo argumento de las autoridades, dice Berta, la abogada. Según Berta, Sara reprimió los síntomas del embarazo ya que la situación le era desbordante.

Es obvio que la joven necesita apoyo psicológico, ya que incluso muestra tendencia suicida. Pero probablemente no obtendrá esta ayuda. Hay psiquiátricas en Ilopango, pero hay tan pocos que una estabilización o terapia de prisioneros en riesgo es impensable. Incluso algunas de las mujeres no son ni si quiera bienvenidas. El personal de la institución les da la espalda en vez de la ayuda que realmente esperaban. Desde fuera, esto es algo difícil de evaluar, pero es la experiencia subjetiva de las mujeres aquí.

Preguntamos sobre las condiciones de la prisión. El mayor problema en Ilopango es el hacinamiento. Ni siquiera hay suficientes camas y colchones, una parte de las mujeres siempre tiene que dormir en el suelo, a veces debajo de las camas. Ni siquiera hay un mínimo de privacidad, ni un armario. Todo lo que tengan debe entrar en una caja pequeña. En cualquier caso, no deben tener más de cuatro juegos de vestimenta y ropa de cama (que pueden obtener de sus familiares), el resto es confiscado en las controles regulares de dormitorios.

Las instalaciones sanitarias son insuficientes debido a la sobre-ocupación. Hay demasiado pocos inodoros y duchas y están a menudo en mal estado. Cuando cuentan los problemas, las mujeres se ríen mucho, especialmente cuando María retrata las dificultades con su peculiar sentido del humor. Nada es realmente divertido sobre la historia, pero la risa es claramente liberadora. María se ríe alegremente cuando atestiguamos su alegría. Nosotros pensamos en cómo aún la puede mantener.

Ya durante el viaje queríamos saber de Berta si, y con qué frecuencia, los prisioneros recibían visitas, para evitar vergüenza o incluso lágrimas en preguntas directas. Ocasionalmente, cuenta Berta. Son sobre todo las madres. Sus padres y otros miembros de su familia casi nunca vienen a Ilopango. Las visitas son complicadas para los familiares y también relativamente caras. Muchas de las mujeres encarceladas provienen de zonas rurales del país, por lo que primero hay que pagar el viaje en autobús. Después los visitantes deben pagar el dinero del permiso y entregar los papeles necesarios para poner en marcha el procedimiento de entrada. Además, también hay miembros de las familias que acusan a las mujeres de ser responsables de su propio destino, y por lo tanto no las visitan. 

Cuando se les preguntó por lo que hacían durante el día, las mujeres explican que tienen mucho tiempo libre. Algunos de sus compañeros de prisión como los guardianes las insultan. Es positivo que algunas organizaciones no gubernamentales organicen cursos o talleres de aprendizaje. Así pueden adquirir nuevas habilidades y hacer algo para sus familias afuera. Ana dice que borda mucho, Silvia hace ganchillo – tan solo actividades clásicas para mujeres y no de cualificación profesional. Sin embargo, los cursos manuales son más fáciles de realizar que los talleres, en los que las mujeres aprenden a trabajar con ordenadores. Tampoco existe una biblioteca en la cárcel, dice Silvia, pero ella tiene una Biblia que lee a menudo.

En Ilopango hay atención médica disponible, aunque limitada. Así que sólo se puede ir al dentista cada seis meses. Una vez que tenía un dolor de muelas y quería ir a la consulta, le dijeron que faltaban ocho días para que pasasen los seis meses desde su última cita. "Ni que mis dientes supiesen cuando han pasado 6 meses", dice ella resoplando una carcajadas. Nos reímos con ella mientras nos preguntamos si todo esto puede ser realmente cierto.

Nuestra visita iba llegando a su fin. Les preguntamos si necesitaban algo que pudiéramos proporcionarles. Nos piden champú y crema, también papel higiénico y tampones. Nos comprometimos a hacérselo llegar, y Berta, que visita a sus clientes cada dos semanas, es mucho más que su asesora legal, y les traería las cosas. Nos despedimos con mucha emoción. Ellas nos acompañaron hasta el edificio de la entrada. Un saludo más, y entonces cada uno regresa a su propia vida-realidad.

Mientras esperábamos nuestros pasaportes, nos mirábamos los unos a los otros. Finalmente, con voz enojada y lágrimas en los ojos, Molly Scott Cato dijó: "El hecho de que algunos individuos definan lo que es la moralidad y lo que una mujer puede hacer es tomar la perspectiva de la libertad y la vida de las mujeres e impedir que puedan cuidar a sus hijos cuidar y verles crecer. Esto es insoportable”. Entonces la puerta se abre y entramos a nuestro minibús. Si habíamos hablado mucho en el camino de ida, preguntando a Berta, la vuelta es bastante tranquila. Todo el mundo se queda con sus propios pensamientos.

Al día siguiente nos encontramos con un amigo europeo que desde hace tiempo vive en El Salvador. Le preguntamos si hay posibilidad de que cambie la situación sobre el aborto y las mujeres en prisión. Él nos dice que en el reinado del FMLN, y particularmente entre las mujeres del partido guerrillero, hay una conciencia y cierta voluntad de cambio, aunque por ello no se quiere perder la simpatía de las iglesias (Católica y Evangélica). El problema está en el Congreso, donde el FMLN representa sólo 31 de los 85 diputados.

La diputada del FMLN, Lorena Peña, sacó un proyecto de ley, según el cual, se permitiría el aborto en caso de peligro mortal para la madre, inviabilidad del feto o embarazo a causa violación. Pero incluso esta propuesta tiene pocas posibilidades de ser aceptada. Hay apoyo internacional de Alemania y Suiza, pero actualmente Peña no cree que se pueda lograr que doce diputados de derechas apoyen el proyecto de ley. El partido conservador ARENA trajo la prohibición total del aborto y todavía hoy lo celebra como un gran logro. Les encanta actuar como guardián de la familia y de los valores tradicionales. Es bueno e importante presionar al gobierno del FMLN a través de campañas internacionales. Lo más importante, sin embargo, es influenciar a los pequeños partidos de derechas. O tal vez las organizaciones conservadoras de Europa, EEUU o las asociaciones cristianas puedan presionar a ARENA. La lucha es aún larga y difícil. Al menos la cuestión está ya en el debate público y los argumentos ultraconservadores no tienen ya fuerza para echarlo atrás. 

* Los nombres de las mujeres en prisión fueron modificados.

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Este artículo se publicó por primera vez en: ila (octubre 2017): Weil Männer entscheiden was Frauen dürfen. No. 409.